El Educador como Intelectual
Revolucionario
Dardo Velázquez
“El efecto principal de la filosofía es suscitar el espíritu filosófico, la crítica, la sinceridad de la posición mental. La completa sinceridad, saber qué es lo que se ignora y hasta aprender a ignorar, que es más difícil que aprender a saber”[1]
Carlos Vaz Ferreira
Introducción
Los docentes como intelectuales tenemos, en nuestras
manos, la ardua misión de mostrar el camino hacia el cambio, debemos liderar la
revolución, implantar en los jóvenes el germen del cambio: de la
transformación. Pero a ¿qué nos referimos con revolución? Una revolución tiene
como objetivo generar cambios rápidos y profundos en el sistema. Como intelectuales,
debemos encontrar la forma de burlar el objetivo ideológico que esta de detrás
de la educación. Dicho objetivo consiste en: usar a la educación como un
mecanismo de reproducción social, o sea de clasificación. Sabiendo de esto, los
educadores, debemos apelar a generar conciencia de clase en nuestros
estudiantes. Debemos trabajar con el objetivo de precipitar la maduración
ideológica. Ya que sólo de esta forma, estaremos contribuyendo a la formación de
una sociedad más justa y equitativa.
En este contexto,
apostar a una educación en valores, que no sólo se limite al escenario escolar,
que tenga como utopía la ética Kantiana, por ejemplo, puede ser la clave. Esos
nuevos valores, que debemos tratar de forjar en conjunto con la comunidad,
deben apuntar hacia la creación de una sociedad más “humana”, que busque la
inclusión y no a la exclusión social. En ese punto, debemos tener muy en cuenta
dos aspectos importantes, por un lado lo planteado por Ruben Alves en lo que
refiere a la importancia que poseen los que él llama Educadores en la sociedad,
y por otro las enseñanzas de Paulo Freire.
Para Alves el
educador no es un simple funcionario, es una persona con nombre y apellido, el cual
realiza su tarea por amor, pasión: vocación. Su objetivo no es únicamente el
lucro, él pretende que sus estudiantes aprendan, que se realicen, que se planteen
utopías, etc. Por ese motivo, en la mayoría de los casos, no son considerados
“buenos docentes” ya que sus ideas, sueños en muchos casos, no son bien
recibidos por el sistema[2].
Para un “educador” cada estudiante es único, posee un “nombre”,
tiene características intrínsecas. Es por eso que Alves sostiene la idea de que
los educadores cuando pasan por una institución educativa dejan un vacio que
solamente puede ser completado por otro educador[3].
Freire, en líneas
generales, demostraba que la educación puede y debe transformarse en un medio
que favorezca la integración. Pero para esto la educación debe ser entendida
como una cuestión de interés común por todos los miembros de la sociedad; y
trabajar junto al Estado en la creación y puesta en práctica de políticas
sociales.
Problema e Hipótesis de trabajo
Problema:
ü ¿El Educador puede hacer la
diferencia en el mundo actual?
Hipótesis:
ü El Educador como intelectual revolucionario puede hacer la
diferencia.
A lo largo de este trabajo trataremos de analizar el
papel de la educación y del educador tratando de probar que el Docente puede
hacer la diferencia, por más utópico que esto pueda parecer. La idea no es
volver a la idea de que el Educador puede cambiar el mundo, sino que generar conciencia
del papel que tienen las Instituciones educativas en el proceso de “adiestramiento”[4] (socialización) del individuo y el papel que puede desempeñar el Docente en ese escenario. La idea es
demostrar que el Educador puede gestar el cambio, si ese es su deseo, y no ser
un simple Profesor[5].
Ubicación histórica y desarrollo del tema
Para entender los motivos, que
hacen necesaria esta revolución ideológica, la cual posee como objetivo
posibilitar un cambio estructural en nuestra sociedad, basta con realizar un
breve análisis de la historia de la educación.
Es interesante observar cómo la
educación, que en un principio estaba monopolizada por la religión y/o Iglesia,
poco a poco fue dando lugar a la llamada “Educación Formal”, pero que el
objetivo último, tanto de la educación religiosa como la Formal , es el mismo: formar
a un individuo sumiso; un practicante más de la “moral de esclavo” [6] tan condenada por Nietzsche.Un objetivo, que
obviamente, responde a los intereses de la clase o grupo dominante ya que así
se mantiene en el poder, obtiene la hegemonía gramsciana.
Es desde esta
perspectiva, que podemos entender la necesidad de que los gobernantes, usen a
la educación, para obtener, no sólo el monopolio de la coerción física, sino
que también el dominio ideológico de los individuos; ya que como muy bien lo
expresa Max Weber ningún poder se sustenta sin la legitimación.
La ambición,
por parte de los gobernantes, de obtener el dominio total sobre sus gobernados
es histórica. En la Edad
Media por ejemplo observamos que la alianza Iglesia y poder
giraba entorno a ese objetivo. En esa época la Iglesia era un pilar del
sistema, tenia como función inculcarle a los súbditos la moral cristiana. La
cual consistía en un “adiestramiento”[7] ideológico
de la población. Vale la pena destacar que en la Modernidad , la Iglesia poco a poco fue siendo
sustituida por la escuela en su papel de educacional. Es así que, según
Michel Foucault, se instala un rasgo
característico de la modernidad: la
sociedad disciplinaria, panóptica que tiene como objetivo central formar
cuerpos dóciles, susceptibles de sufrir modificaciones[8].
En ese
adiestramiento que menciona Weber, es fundamental el papel de los “intelectuales orgánicos”, concepto
gramsciano, ya que estos emergen y trabajan según los intereses de la clase
dominante, haciéndola hegemónica.
La historia
nos muestra que la educación entre los griegos y los romanos, proponía la
integración y la subordinación del individuo a la sociedad, mientras que el
objetivo de la educación religiosa actuaba para subordinar el individuo a la
vida espiritual, ya que la vida terrenal sólo es un “tránsito” hacia otra. Eso
ha sido usado, en la práctica, para predicar una moral de sumisión, lo que
termina dejándole el campo libre a los poderosos para mantenerse en el poder. La Iglesia y la religión han
sido así, durante la mayor parte de su historia, el más firme aliado de la
clase (o grupo) dominante.
La moral de
los romanos (pre-alianza con el cristianismo) era muy distinta a la moral de
los cristianos, era más hedonista; lo que propiciaba al desgaste de la moral, dificultando
el dominio sobre las masas.
Desde esta
perspectiva podemos entender, por ejemplo, los verdaderos motivos que llevaron
a el Emperador Constantino en Occidente y Licinio en Oriente a publicar el
famoso decreto llamado “Edicto de Milán” en el año 313 y el posterior
“Edicto de Tesalónica” del Emperador Teodosio en el año 380, que terminaron
estableciendo la asociación del Imperio Romano con el cristianismo eliminando
las anteriores persecuciones. El porqué de ésta asociación está fuertemente
ligada al comportamiento y la moralidad demostrada por los cristianos, si todos
los romanos pasaran a comportarse y actuaran como ellos se retomaría la
necesaria paz en el imperio, y principalmente se oficializaría la moral
esclavista del cristianismo.
Esa moral de sumisión, inculcada por el cristianismo, favoreció al
poder ya establecido.
Hoy por hoy, la educación esta a cargo de la escuela la cual
termina siendo parte de una gran incoherencia ya que debe formar al ciudadano,
para la vida democrática (participativa-activa) y también para el mundo del
trabajo en el cual debe ser, en la mayoría de los casos, sumiso: obediente.
Hasta el momento hablamos mucho sobre “educación”, por ese motivo consideramos
necesario realizar una breve conceptualización: educación, (del latín educere “guiar, conducir” o educare “formar, instruir”) puede definirse como:[9]
ü
El proceso multidireccional mediante el cual se transmiten
conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se
produce a través de la Palabra :
está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.
ü
El proceso de vinculación cultural, moral y conductual. Así, a
través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los
conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de
generaciones anteriores, creando además otros.
ü
Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.
Podemos
observar, en las tres definiciones la idea de socialización, de proceso por el
cual todos pasamos, en dicho proceso asimilamos ciertos valores, ciertas normas
y creencias que deben ser aceptadas por los individuos. Pero además, en el proceso de socialización, que tiene como
aliado a la educación, el individuo va interiorizado una ideología, la cual
responde a los intereses de la clase dominante y que posiblemente fue forjada
oficialmente por intelectuales, los cuales responden a los intereses del grupo
dominante, así lo expresa Antonio Gramsci: “Los
intelectuales son los `empleados´ del grupo dominante a quienes se les
encomienda las tareas subalternas en la hegemonía social y en el gobierno
político; es decir, en el consenso `espontáneo´ otorgado por las grandes masas
de la población a la directriz marcada a la vida social por el grupo básico
dominante...”[10].
O sea que los “empleados” de la clase
dominante, crean poco a poco una ideología que termina legitimando las
diferencias sociales: la estratificación.
La ideología,
según la Real Academia
Española (RAE) es: “un conjunto de ideas
fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o
época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.” Louis Althusser en su obra
“Los Aparatos Ideológicos del Estado” aborda el tema de la ideología en
la sociedad, desprendiendo el concepto de ideología y elevándolo a una
categoría de análisis. En síntesis su estudio es denominado como la ideología de la ideología, en este sentido toma en cuenta el papel de la sociedad
como reproductora de elementos ideológicos, la construcción por parte del
Estado e instituciones (como la escuela), de una utopía con sustento
filosófico, de un proyecto; esto no es más ni menos que una ideología. Althusser considera como
Aparatos de Estado, expresión acuñada por Marx, a los elementos reguladores y
represores de una sociedad. También distingue en el Estado, los Aparatos
Represivos del Estado (ARE): Gobierno, Administración, Ejército, Policía,
Tribunales, prisiones y los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE): religioso, escolar,
familiar, jurídico, político, sindical, de la información y cultural.
La diferencia entre el Aparato Represivo del Estado y el
Aparato Ideológico del estado es que el ARE funciona masivamente por la
violencia y secundariamente, por la ideología, mientras que, inversamente, los AIE
funcionan masivamente por la ideología y secundariamente por la represión. La
ideología está siempre arraigada a prácticas materiales reguladas por rituales
materiales definidos por instituciones materiales. En síntesis, la ideología se
materializa en aparatos: los Aparatos Ideológicos del Estado.[11]
Los diferentes AIE actúan con el fin de mantener el orden social y legitimar la
estratificación social. Desde una perspectiva semejante, Foucault nos presenta
en su libro “Vigilar y Castigar”, una
evolución en los mecanismos utilizados para el adiestramiento de los
individuos, desde el primer capítulo (suplicio) hasta el último (prisión),
vemos como poco a poco los mecanismos que usaban violencia física pierden
terreno para el uso de mecanismos que buscan el control psíquico de los
individuos. Para que ese control funcione, es fundamental, el papel de las Instituciones
como mecanismos disciplinadores[12].
En general,
los grupos dominantes, se mantienen en el poder gracias a la colaboración de
los gobernados y oprimidos, ya que son estos los que legitiman el poder de
quienes están en el poder. Frente a esa situación la pregunta es ¿cómo los dominantes
hacen para que los oprimidos acepten su condición de sumisión?
En general
esta situación se mantiene mientras aquellos que mandan son capaces de
convertir su poder en derecho legítimo y la obediencia forzosa de quienes se
hallan físicamente bajo su dominio en un deber consciente. Y como esto no se
puede lograr exclusivamente con la violencia material y una política de orden
público, por más contundente que ésta sea, resulta también necesaria la
estrecha colaboración de las asociaciones especializadas en la dominación
simbólica o ideológica, y en la producción y reproducción de sus mecanismos
sociales respectivos. En otras palabras, la violencia material (el suplicio de
Foucault) no basta para legitimar la dominación social del Estado; se torna
necesario el desarrollo eficaz de la violencia simbólica y psíquica, esto ha
evolucionado de formas socio-históricas primitivas a la compleja singularidad
de la Escuela[13]. Vale
la pena recordar, lo que ya lo expresaban Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”: el Estado “…no es
sino un Comité administrativo de los negocios de
la clase burguesa.”
Es por eso que Ángel Pérez Gómez nos dice que: la escuela
es el santuario de la reproducción, el mejor y más efectivo filtro social. Que
al estar “alejada de las […] preocupaciones de la vida cotidiana, no ha
conducido más que al desarrollo efímero de un tipo de aprendizaje irrelevante,
que sirve a la función clasificadora y legitimadora”[14] que
se aleja cada vez más de “los individuos,
sobre todo de los que pertenecen a los grupos sociales […] desfavorecidos”[15].
Weber afirma
que la función de la Iglesia
es “…la reproducción legitima de una
determinada situación de dominación: la legitimación del poder mediante la
domesticación de los súbditos”[16], esa
reproducción está a cargo de la
Escuela a partir de la Revolución Francesa
y el posterior proceso de secularización.
Esta
domesticación, dice Weber, se produce mediante tres instancias:
ü
La imposición de una visión de la realidad, de la sociedad y del
lugar que cada hombre concreto ocupan en ellas (es decir, de una determinada
interpretación de la cultura, de una ideología relativamente precisa y
legitimadora de las relaciones de dominación)
ü
El fomento sistemático de los sentimientos existenciales básicos
coherentes con dicha representación mediante los ritos y prácticas religiosas y
un determinado tipo de relaciones sociales y de relaciones simbólicas en
general.
ü
La inculpación de un sistema de prácticas (de una moral) coherente
con dichas creencias y sentimientos existenciales.[17]
Pero, cuando
nos proponemos analizar la realidad debemos saber que, a diferencia de lo que
muchos positivistas dicen, la sociedad no es un todo armonioso: homogéneo; si
no que es lo contrario, es un mundo heterogéneo y lleno de particularidades y
excepciones a la regla. Por ese motivo cuando decimos que la Iglesia y/o la escuela,
forjaron una sociedad que exalta los valores como la “mansedumbre”, no nos referimos a toda la sociedad y sí a la mayor
parte.
Algunas reflexiones
Lo que intenté
sintetizar, a lo largo del último apartado, es mi adhesión a las teorías
reproductivistas, las cuales parten de una idea simple: que la educación es una
poderosa arma del estado, que trabaja para sustentar el poder de éste; a pesar
de que se han desarrollado diferentes pedagogías, la educación ha sido una
herramienta de reproducción y afirmación de la ideología dominante. Pero, a
diferencia de los reproductivistas, creo que si es posible generar el cambio,
estoy convencido de que solamente luchando desde adentro del sistema, usando
una de sus principales herramientas: la educación, podremos gestar el cambio. La pregunta es: ¿cómo?
Cuando intentamos responder a esa
pregunta nos damos cuenta de que la tarea no es nada simple, que debemos ser
muy creativos y vanguardistas. Y el porqué es simple: vivimos en una sociedad
en que los intelectuales[18], trabajan exclusivamente para la clase dominante,
al hacer esto terminan trabajando contra la revolución, que hoy por hoy es
apenas una idea, y no a favor de ésta. Es impresionante como los
grandes de la intelectualidad regional y mundial se centran en hacer
“preguntas, preguntas y más preguntas”. Las cuales no son respondidas ni de
forma ingenua. El porqué de todo esto es lo que me pregunto. ¿Será que nuestra
intelectualidad no tiene creatividad? Posiblemente sí, pero no es sólo eso, es
impresionante como está “de moda” hacer preguntas difíciles; difíciles al
extremo de no tener respuestas. Y no se trata de una cuestión científica,
tratando de plantear una pregunta para “generar” el progreso científico, para
acercarnos a la verdad, tomando el esquema de falsabilidad popperiano[19],
sino que la idea es hacer “preguntas, preguntas y más preguntas”, con el fin de que todo quede como está.
Temas como
educación parecen tener más marketing, ya que como vivimos en una crisis
general, una era de transición, todo es muy difuso, la educación se torna un
plato lleno para que los “intelectuales” y especialmente los
“pseudo-intelectuales” publiquen y publiquen.
Los “ríos de tinta” que se
han gastado para hablar de los fines de nuestra educación se pueden resumir en
un signo: “?”. La incógnita sobre el futuro hace que se diga mucho y se haga
muy poco. La praxis parece ser algo muy utópico, incluso porque careciendo de
teorías sólo tenemos “preguntas, preguntas y más preguntas”.
En toda esta problemática culpar al sistema capitalista, que no
murió como lo predecía Marx, es la moda.
Todos los actores de nuestra educación culpan a sus superiores o a la
inactividad de las clases media y/o baja. Todo esto no es más que el escenario
caótico que algunos llaman posmodernidad. Lo cierto es que nadie hace nada.
Creo que con esto dirán que estoy hablando desde mi alienación al mundo
moderno, el cual “generaba y
(creía en) metadiscursos”[20], pero en realidad lo que
quiero es terminar con el discurso simplista de: “está todo mal”, convencer a la pequeña masa de
intelectuales, marxistas y neo-marxistas, (especialmente a los docentes), que
deben dejar de crear libros que solamente responden a los intereses del mercado
(afán de lucro) y de la clase dominante (legitimando su poder). En otras
palabras, que dejen de culpar al sistema capitalista, el cual, para nuestra
desgracia, esta cada día más vivo, gracias no sólo a la economía de mercado y
al sistema democrático, sino que también al oxigeno que le dan los debates
inútiles que ofrece la intelectualidad, la cual no es para nada revolucionaria.
No es revolucionaria porque trabaja, la mayor parte del tiempo, a favor del
mantenimiento del sistema actual. Además, esas discusiones, por lo general,
recuerdan a los viejos debates entre sofistas, tan criticados por Sócrates, eso
pasa por qué, la idea de los participantes, no es la búsqueda de una mayor
comprensión y sí la de “ganar” el debate, imponer su idea frente a la de su
“oponente”. Como lo expresa Vaz Ferreira para que el término “discutir” se
mantenga vigente es necesario “hacerlo
bien, conservando el espíritu siempre dispuesto y sensible para la comprensión,
para el cambio”.
Los “debates
se tornan oxígeno para el sistema”, en el momento en que se trasforma en una
reunión donde se exponen ideas, se confrontan ideas (en algunos casos) y punto.
O sea los resultados, la síntesis de ese choque de teorías, que como vemos no
siempre aparece, se queda perdido en el aire: no sale de la sala. Y si sale, es
en las hojas de un libro en forma de pregunta… ¡sí, en forma de pregunta! Las
respuestas no están en nuestros libros. Es que los intelectuales, por miedo a
salir del círculo (perder el “empleo” como
lo diría Gramsci), no teorizan, y cuando lo hacen la codifican de tal forma que
nadie entiende.
Heinz Von
Foerster en su visión pos-moderna del “Mito de la caverna” platónico, nos
presenta un mundo (el actual) donde la “realidad verdadera” no causa interés,
simplemente importa lo que los medios masivos presentan en la televisión, por
ejemplo. Podríamos decir que, para el autor, en este mundo pos-moderno los
individuos “optan” por estar “encadenados”[21].
La pregunta es: ¿ellos realmente optan o no encuentran opciones? Posiblemente
las dos cosas. Ya que como dijimos prácticamente no se teoriza.
Al parecer los
intelectuales quieren una reacción del pueblo, de la masa, pero yo pregunto:
¿cómo la masa alienada (para algunos) reaccionará, si lo único que sabe es que todo
está mal?
La verdad es que leer un libro de finales del siglo XX y principio
del XXI es un desastre, una reinterpretación (si tenemos suerte) de algún
clásico. Frente a todo esto me pregunto: ¿qué diría un clásico si ve lo que se
está escribiendo hoy? Posiblemente que la producción de nuestra época se resume
a “preguntas, preguntas y más preguntas”.
Frente a todo esto
leer a Gramsci y Paulo Freire, es un aliento, ya que
ellos sí teorizan. Es más, la idea gramsciana de que los “intelectuales orgánicos”, emergen
"sobre el terreno”[22]y pueden trabajar a favor
de los oprimidos, me anima muchísimo, así como la propuesta pedagógica de
Freire.
En Gramsci,
vemos como la política y la cultura son campos donde se pueden gestar los
cambios y/o trasformaciones sociales, lo que representa un quiebre con la idea
marxista del determinismo económico. Es por esto que Waldo
Ansaldi sostiene, siguiendo a Hobsbawm, que Gramsci es “el
iniciador de una teoría marxista de la política. Pero quizás pueda decirse,
mejor aún, que él abre el camino para elaborar una ciencia histórica de la
política.”[23]; es así que la política se transforma en un espacio donde se gesta la
ideología revolucionaria[24].
Conclusión: El docente como intelectual
revolucionario
Los
intelectuales, o sea aquel grupo de personas cuya fuerza de trabajo radica en
la mente y la cultura más que en lo brazal, debemos dedicarnos a crear, a ser
críticos y no “criticones”, teorizar, intentar, plantearnos utopías, etc.
Es por lo
anterior, que en el horizonte, de los intelectuales revolucionares, deben estar
los principios de Paulo Freire. Es fundamental que cada educador aplique lo que
aprendió y lo que aprenderá con sus estudiantes para cambiar el sistema. Con
ese objetivo y con un trabajo en equipo se podrá alcanzar resultados
importantes.
Al hablar de
sistema, debemos referirnos además al capitalismo, el cual esta sostenido por una
moral que estimula el individualismo y la competitividad. Esa moral, esta
formada por una escala de valores que se opone a las virtudes que enaltecen la
dignidad humana, como la ayuda a los más necesitados. En otras palabras, la
revolución ideológica a la que hacemos referencia a lo largo de este texto,
debe generar la conciencia de que el costo de nuestra felicidad, no puede ser
la tristeza de nuestros semejantes.
Freire denunciaba que la pedagogía
tradicional, a la cual él asociaba con el concepto de “Educación Bancaria”[25], hacia al educador
artífice del proceso educativo, es el docente el que
conduce a los estudiantes a una memorización mecánica de los contenidos. Los
educandos son sujetos pasivos: “recipientes” en los que se “deposita” el saber.
Freire señala sin embargo, “que
incluso una educación bancaria puede despertar la reacción de los oprimidos,
porque, aunque oculta, el conocimiento acumulado en los “depósitos” pone en
evidencia las contradicciones. No obstante, un educador humanista
revolucionario no debería confiarse de esta posibilidad sino identificarse con
los educandos y orientarse a la liberación de ambos”[26].
Pero, ¿cómo
orientar esa liberación? Esa sin dudas es una pregunta difícil, me atrevo a
decir que para eso no hay recetas, la clave es: innovar, usar la creatividad
para transformar a la Escuela ;
abrirla a la comunidad, generar la posibilidad de que todos (estudiantes, profesores
y demás miembros de la comunidad civil y educativa) sean participes de un
proyecto capaz de transformar la realidad[27].
En este trabajo conjunto (Comunidad-Escuela), es que se torna posible la
liberación; transformar a nuestra educación en un efectivo instrumento de
integración social y no de clasificación. O sea que podemos transformar, de esa
forma, la escuela en una verdadera herramienta para el ascenso social; para la
mejora de la situación de todos los miembros de nuestra sociedad. Para esto es
fundamental dejar de lado las preocupaciones curriculares y poner énfasis en
los procesos formativos de cada estudiante. Considero que no debemos
preocuparnos por terminar los programas y si por formar a nuestros estudiantes
de forma íntegra, generar la posibilidad de que ellos aprendan a aprender, como
lo planteaban los escolanovistas.
Obviamente que
no debemos creer en la utópica idea de que transformando la Escuela vamos a
transformar nuestra sociedad, pero como lo decía Freire: “no podemos todo [pero] la
práctica educativa puede alguna cosa”[28].
Para transformar efectivamente nuestra sociedad y el sistema capitalista
actual, debemos politizar a nuestra sociedad, generar en los estudiantes y la
comunidad conciencia de que sí es posible el cambio: hacer participes a todos.
Hacer con que todos tomen conciencia de que no sólo se puede, como se debe,
abandonar la condición de “esclavo”
en la que esta inserta nuestra sociedad. La escuela, como muy bien lo decía
Paulo Freire se debe transformar en una institución de restauración, que
construya “sujetos críticos comprometidos
con su acción en el mundo”[29],
solo así podemos pensar en una educación que genera autoconciencia y combate la
alienación[30]. O sea
que así la escuela se transforma en una herramienta de lucha contra la
hegemonía y contribuirá con la “emancipación
humana pensada por Marx”[31].
Con ese
objetivo generar instancias en las cuales se puedan realizar debates
productivos (que generen conclusiones), sobre temas próximos a cada uno de los
individuos, son fundamentales. Esas instancias se deben transformar en
verdaderos hábitos. Es así que construiremos una comunidad que cuestiona, que
lucha para mejorar su realidad; posibilitando el surgimiento de los
intelectuales orgánicos: defensores de la causa. Estos intelectuales, de la
mano con la política, podrán involucrar al Estado en todo ese proceso de
cambio. No debemos olvidar que el Estado, es uno de los mayores productores de
las llamadas Estructuras de Oportunidades, por lo tanto es un aliado
fundamental, a la hora de gestar cambios orgánicos.
Como vemos el
trabajo en equipo es fundamental para que se geste el cambio, el Estado, la Comunidad , la escuela y
la familia deben ser los responsables de la creación de los nuevos valores. Los cuales deben
responder a lo que Freire llama “ética
universal del ser humano”[32].
Todas las instituciones mencionadas, trabajando juntas, lograrán el gran
objetivo que es la liberación, todo ese proceso empieza por “lograr la expulsión del opresor de dentro
del oprimido”[33],
en otras palabras, la clave esta en convencer a todos de que: “otro mundo es
posible”.
Para obtener
ese objetivo debemos crear “una pedagogía
fundada en la ética, en el respeto a la dignidad y a la propia autonomía del
educando”[34]. Y
principalmente convenceros como decentes del siguiente “imperativo categórico” “obra de tal forma que la máxima que rija tu
voluntad se convierta en ley universal”[35].
Todo este
planteo puede parecer utópico en algunos aspectos, pero creo que esa es la
idea: plantearnos utopías. Las cuales, como muy bien nos dice Eduardo Galeano,
nos sirven para saber hacia dónde caminar.
Bibliografía y Fuentes
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castigar”, Siglo XXI, Bs. As. 2002.
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[1] Vaz Ferreira, Carlos, “Lógica viva”, Pág. (?).
[2] ALVES, Ruben,
“Conversas com quem gosta de ensinar”, Pág.: 21
[3] ALVES, Ruben,
“Conversas com quem gosta de ensinar”, Pág.: 22.
[4] JÉREZ MIR, Rafael, “Sociología de la
Educación ”. Pág.162
[5] A lo largo de este trabajo utilizaremos los conceptos
de “profesor” y “educador” siguiendo la perspectiva de Ruben Alves.
Por tanto el “profesor” es un simple
“profesional”. O sea es una “pieza” a más que solamente cumple una función
adentro del sistema, con el único fin de obtener recursos.
[6] TORRES, Fernando, “Nietzsche y el
Superhombre”. Pág. 256
[7] JÉREZ MIR, Rafael, “Sociología de
la Educación ”.
Pág.162
[9] Wikipedia.
[11] Saviani,
Dermeval, “Las teorías de la educación y
el problema de la marginalidad en América Latina”. Pp. 120 a 160.
[13]
JÉREZ MIR, Rafael, “Sociología de la Educación ”, Pág. 155
[14] PÉREZ GÓMEZ, Ángel, “La cultura escolar en la sociedad neoliberal”, Pág. 89.
[15] PÉREZ GÓMEZ, Ángel, Ob. Cit., Pág. 89.
[16] JÉREZ MIR, Rafael, Ob. Cit., Pág. 157
[17] JÉREZ MIR, Rafael, Ob. Cit., Pág.159
[18] Aquella
persona que dedica una parte importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.
[19] POPPER, Karl, “Conjeturas y Refutaciones”, Pp. 1 a 500.
[22] Gramsci,
Antonio, “La formación de los
intelectuales”, Pág.: (?)
[23]Ansaldi, Waldo: “¿Conviene o no conviene invocar al genio de
la lámpara? El uso de las categorías analíticas gramscianas en el análisis de
la historia de las sociedades latinoamericanas”, Pp. 45 a 65.
[24] Rodríguez, Gabriela, “Antonio Gramsci (1891 . 1937)”, CPS.
[25]
SARUP, Madan, “El profesor posición
social y pedagogía socialista”, Pág.: 07.
[27] ZIENTARSKI, Clarice, “A
educação e a escola brasileira: dialogando com Freire e Gramsci”, Pág.: 09.
[29] ZIENTARSKI, Clarice,“A educação e a escola brasileira: dialogando com Freire e Gramsci”,
Pág.: 10.
[32] FEIRE, Paulo, “Pedagogía
de la autonomía”, Pág.: 6.